miércoles, 13 de enero de 2021

Pensar por libre

Querido hermano sacerdote:

Hace unos días leí un comentario al Adorote Devote (conocido himno litúrgico en honor a la Eucaristía, escrito en el siglo XIII y atribuido a Santo Tomás de Aquino), muy simpático y bien escrito. Su autor es el P. Enrique Monasterio, un sacerdote ordenado en 1969, autor de un blog que se titula “Pensar por libre”.Quizá lo que más me llamó la atención es el título del blog. Se supone que todos “pensamos por libre”, porque somos libres y uno de los derechos humanos reconocidos por la ONU en 1948 es la “libertad de expresión” y, por lo tanto con mayor razón, la libertad de pensar cómo uno quiera. Sin embargo, estoy seguro de que lo que el P. Monasterio quiere expresar con su “pensar por libre”, es que siempre es muy bueno que volvamos a esa verdad antropológica fundamental: que somos libres; y que, esa libertad es base para amar y defender lo que es verdadero y bueno, es decir, la voluntad de Dios. Amarla, libremente, con soltura, con gozo.

San José y el Niño

En los textos de la liturgia del próximo domingo (Segundo del Tiempo Ordinario), se resalta la importancia de “pensar por libre”. Por ejemplo, Elí, el maestro del profeta Samuel, cuando éste se presenta delante de él, por tres veces, y le dice “aquí estoy, ¿para qué me llamaste?”, lo que finalmente le aconseja es: “Ve a acostarte y si te llama alguien responde: ‘Habla, Señor; tu siervo te escucha’” (cfr. 1 Sam, 3, 3-10-19). Es decir, empuja a Samuel a enfrentarse personal y libremente con Dios para preguntarle cuál es su voluntad.

San Pablo, nos recuerda, a propósito de la virtud de la castidad, que no somos nosotros dueños de nuestros propios cuerpos, porque Dios nos ha comprado a un precio muy caro (cfr. Segunda Lectura, 1 Cor 6, 17-20). Pensar por libre o actuar por libre no consiste en elegir el mal lo que nos aparta del designio de Dios, sino de amar el bien. Esa es la verdadera libertad, no una libertad que nos esclaviza al pecado.

El Evangelio de la Misa del domingo nos señala el camino para vivir libremente: cuando se acercan a Jesús sus primeros discípulos, preguntándole dónde habita, Él les dice: “Venid y lo veréis” (cfr. Jn 1, 35-42). Para creer hay que acercarse al Señor. Así veremos lo que Él quiere de nosotros. Ese “ir” a Dios es libre. Jesús no obliga a sus discípulos a seguirle: los invita. A lo largo de su vida, muchas veces dirá: “El que quiera seguirme…”. “Si quieres…”. Nunca coacciona.

Lo que nos pide es escuchar, como lo hizo Samuel y como lo hicieron los primeros discípulos: escuchar a Jesús. Eso es lo principal en la oración. En este sentido, no es bueno “ir por libre” cuando queremos dialogar con el Señor. Antes que nada, hay que escucharle y pedirle que nos diga algo: “Dime algo, Jesús”. “Comienza tú por señalarme el camino”.

En lo humano, Jesús aprendió muchas cosas de San José. Una de ellas fue “saber escuchar”. San José es el hombre de la escucha atenta. No habla nada en el Evangelio, pero sí escucha muchas veces, la voz del Ángel, la voz de Dios. Y lo hace libremente: porque quiere.

El Padre jesuita Valentín María Sánchez Ruiz (1879-1963) fue director espiritual de San José María en los años 30. En una ocasión, el P. Sánchez le aconsejó: “Frecuente el trato con el Espíritu Santo. No le hable, óigale”. ¡Qué buen consejo! Eso es lo más importante: escuchar.

Una manera de hacerlo, cuando nos ponemos en la presencia de Dios para hablar con él, es utilizar lo que San Josemaría llamaba “la falsilla”. Antes, los niños aprendían a escribir poniendo debajo de la hoja una “falsilla”, es decir, otra hoja con rayas horizontales, de modo que, al ir escribiendo, siempre se mantuvieran los renglones escritos rectos y en su lugar. La “falsilla”, en el caso de la oración, puede ser un texto de la Escritura, una oración, algunos párrafos de un libro espiritual, etc. Incluso, los sucesos de nuestra propia vida. A través de esa, falsilla, Dios nos habla a cada uno.  

Utilizar una “falsilla” no es dejar de pensar por libre. Es servirnos de la ayuda del Espíritu Santo, que ha inspirado la Escritura, y de otros autores, santos quizá, que son como nuestros maestros que nos llevan de la mano para que no nos desviemos.

Eso es lo que hizo siempre San José: ser humilde, confiar en la gracia, ser sencillo y buen instrumento en manos de Dios. Al mismo tiempo, no dejó de “pensar por libre” siempre, porque utilizaba su libertad plenamente, para amar más la voluntad de Dios.  

Te envío un saludo afectuoso,

P. Víctor J. Cano



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