miércoles, 9 de junio de 2021

Oraciones a San José (3)

Al final de la Carta Apostólica Patris Corde, el Papa Francisco nos invita a dirigir nuestra plegaria a San José, padre de Jesús. A lo largo del documento ha reflexionado sobre la paternidad de José y ahora hace suya una oración en la que pide que el Santo Patriarca se muestre «padre también a nosotros», nos conceda «gracia, misericordia y valentía», y nos defienda «de todo mal». 

Salve, custodio del Redentor  

y esposo de la Virgen María.

A ti Dios confió a su Hijo,

en ti María depositó su confianza,

contigo Cristo se forjó como hombre.

Oh, bienaventurado José,

muéstrate padre también a nosotros

y guíanos en el camino de la vida.

Concédenos gracia, misericordia y valentía,

y defiéndenos de todo mal. Amén.

La Iglesia, desde el principio, ha formulado su fe por medio de oraciones vocales, siguiendo también la tradición del pueblo de Israel. El modelo de todas las oraciones vocales es la Oracion dominical, el Padre Nuestro, que el mismo Jesucristo enseñó a sus apóstoles. También está en la cumbre de las oraciones, el Ave María o Salutación angélica, a través de la cual expresamos nuestro amor y devoción a la Virgen. 

El Símbolo de los Apóstoles o Credo, la Salve (compuesta por San Bernardo en el siglo XII), y otras oraciones que recitamos diariamente, han quedado como patrimonio del pueblo cristiano. Muchas de ellas son oraciones compuestas por los santos y las santas, o están en el gran tesoro de la Liturgia de la Iglesia.

Aunque, especialmente en nuestra época, se valora más la oración sincera y personal con la que cada uno nos podemos dirigir a Dios espontáneamente, sin fórmulas fijas; no se pueden despreciar las oraciones vocales, que tienen una gran riqueza. 

San Josemaría Escrivá de Balaguer, solía poner el ejemplo de la «falsilla», una hoja rayada, que se ponía debajo del papel en el cual se iba a escribir. Las rayas, especialmente para los niños pequeños, eran una magnífica guía para conseguir que los renglones no se torcieran. De esa manera, quienes aprendían a escribir, pronto podían hacerlo sin la «falsilla», que ya no necesitaban porque habían adquirido el hábito de hacerlo correctamente.

En nuestro caso, sabiéndonos siembre «niños pequeños», que apenas comienzan a balbucear, necesitamos siembre la «falsilla», que son las oraciones vocales tradicionales: fórmulas sencillas, de rico contenido, con las que nos dirigimos a Dios, la Virgen o los santos, para alabar, dar gracias, pedir perdón o ayuda en nuestras necesidades. 

De hecho, la oración vocal también debe ser oración mental. Es verdad de que hay el peligro que nuestras oraciones se reciten maquinalmente, sin pensar en ellas o de manera distraída. Por eso, por ejemplo, la Iglesia nos recomienda a los sacerdotes, antes de comenzar la Liturgia de las Horas (que es una oración vocal), que digamos una sencilla oración para pedir que podamos rezar «pie, atente ac devote»: piadosa, atenta y devotamente; despacio, sin prisas, fijándonos en lo que leemos, de modo que «mens concordet voci nostrae», que nuestra mente concuerde con nuestra voz.  

Es muy aconsejable aprender de memoria oraciones vocales, para luego poder repetirlas cuando sea necesario. Los sacerdotes, por ejemplo, solemos decir de memoria las oraciones que hay previstas para el momento de revestirnos con los ornamentos, antes de la Misa. 

Aprovechemos, pues, estas oraciones a San José, en su Año, para hacerlas nuestras y así poder invocar al Santo Patriarca con el tesoro devocional de la Iglesia. 

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