miércoles, 7 de abril de 2021

San José, Padre amado

Hemos comenzado el Tiempo de Pascua, que tiene una duración de siete semanas, hasta Pentecostés. Me parece que, teniendo en cuenta que también son siete los puntos que el Papa Francisco nos invita a consideras, sobre la vida de San José, en su Carta Apostólica Patris Corde, podemos aprovechar este Tiempo fuerte, en el Año de San José, para meditar despacio cada una de esas expresiones que propone el Papa.

Todas ellas van precedidas por la palabra «Padre». En la introducción, Francisco señala esa misión de San José como la más importante y central: ser «Padre de Jesús» y Esposo de María. Al principio del documento, el Papa se detiene a meditar qué tipo de padre era José, recorriendo toda su vida, y luego nos hace notar cómo el Magisterio de la Iglesia se ha ocupado de resaltar su figura como ningún otra, exceptuando la de María. Los últimos papas han acudido a su protección como «Patrono de la Iglesia» (Pío IX), «Patrono de los trabajadores» (Pío XII», «Custodio del Redentor» (San Juan Pablo II»…

«Con corazón de Padre: así José amó a Jesús, llamado en los cuatro Evangelios “el hijo de José”» (Patris corde, primera línea).

La primera característica de José que señala el Papa Francisco es ser un «Padre amado». Amado por Jesús, amado por María y amado por toda la Iglesia, pues ha entrado en el servicio de toda la economía de la encarnación, como dice San Juan Crisóstomo. 

¿Porqué es amado José? La cita de Pablo VI (Homilía, 19-III-1966), que nos recuerda Francisco, se puede resumir en una sola palabra: por su «amor»; por la donación de sí mismo a colaborar en la obra de la encarnación y de la redención, a través de su trabajo oculto y de su misión de padre.

Por eso, San José merece todo nuestro cariño y, de hecho, no ha faltado en la Iglesia esa gran veneración al Santo Patriarca como lo demuestran las numerosas iglesias en todo el mundo que se le han dedicado. Además, a lo largo de los siglos, muchos grupos de cristianos se han inspirado en él; muchos santos y santas le han tenido gran devoción. El papa se detiene en la que le tenía San Teresa de Jesús, que su gran promotora en el siglo XVI. A partir de entonces, por ejemplo, se incrementó la frecuencia del nombre de José en las partidas de bautismo. En algunos lugares, era casi una costumbre poner «José» a los hijos (al menos como segundo nombre), como sucedía con las hijas, a las que se les ponía el nombre de «María».

«Quien no hallare maestro que le enseñe a orar, tome a este glorioso Santo por maestro y no errará el camino. No quiera el Señor que haya yo errado atreviéndome a hablar de él; porque aunque publico que soy devota suya, en servirle y en imitarle siempre he fallado. Pues él hizo, como quien es, que yo pudiera levantarme y no estar tullida; y yo, como quien soy, usando mal de esta merced» (Santa Teresa, Vida, 6, 8).

Nosotros también somos tullidos espiritualmente y muy necesitados de ayuda, especialmente durante este tiempo de prueba que experimenta el mundo. El Papa desea mostrarnos la figura de José, para que acudamos a él en las grandes pruebas que el Señor ha dispuesto que suframos, para qué él nos enseñe a llevarlas con buen humor y serenidad.  

Las oraciones a San José, incluidas en los devocionarios, son una multitud. Durante este año, se nos invita a recitarlas con frecuencia. Todos los días podemos lucrar la indulgencia plenaria, si acudimos a San José, ofrecemos nuestro trabajo y le pedimos por los desempleados y los que no tienen un trabajo digno. 

Al final de este punto sobre San José como «Padre amado», el Papa nos invita a acudir a él, como lo hicieron los hijos de Jacob, para buscar pan, en Egipto: «Ite ad Ioseph» les diría el faraón. «Vayan a José». Nosotros, en este Tiempo Pascual, acudimos a San José para que nos lleve al Pan Eucarístico, a Jesús Resucitado.        

 

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