miércoles, 17 de febrero de 2021

Han llegado los días de penitencia

Esta semana vivimos el Comienzo de la Cuaresma de 2021. ¿La vivimos con temor y temblor (cfr. Fil 2, 12)? Indudablemente es un gran gozo celebrar este Tiempo de Gracia, como preparación a la Pascua de 2021. Pero, ¿nos damos cuenta de la importancia que tiene, precisamente, esta Cuaresma, en el momento presente?

Todas las «Cuaresmas» son importantes, pero esta lo es de una manera particular. Durante la Cuaresma de 2020 comenzaron a sentirse claramente en todo el mundo los efectos de la pandemia de Covid-19. Pero quizá, muchos de nosotros no nos dimos cuenta de lo que venía luego al mundo. Fue hasta el viernes 27 de marzo del año pasado —al ver las imágenes del Papa Francisco en la Plaza de San Pedro vacía, mientras caía sobre Roma una lluvia persistente y el cielo estaba cubierto por nubes oscuras—, cuando tal vez comprendimos que estamos viviendo tiempos muy especiales. 

Ahora, después de un año de sufrimiento, en todo el mundo, y de incertidumbre, estamos en condiciones de vivir una Cuaresma diferente a las anteriores: mucho más sincera y comprometida. 

Por eso nos preguntamos: ¿qué tengo que hacer en esta Cuaresma de especial?; ¿cómo puedo vivirla más intensamente y de modo más auténtico?

Lo primero que podemos hacer es procurar dar todo su sentido al Miércoles de Ceniza. Este año los sacerdotes pronunciarán las palabras «Arrepiéntete y cree en el Evangelio» o «Recuerda que eres polvo y al polvo has de volver», una sola vez (no delante de cada uno de los fieles que se acerquen a ellos para recibir la ceniza). Además, no impondrán la ceniza con las manos en la frente o en la cabeza, sino que sólo la dejarán caer sobre nuestras cabezas sin tocarlas. 

Quizá esta modificación de un rito antiquísimo, que ha aprobado la Sagrada Congregación para el Culto Divino y los Sacramentos, nos puede ayudar a valorar más este gesto de penitencia. De eso se trata: de tomar conciencia, desde el principio de la Cuaresma, que estamos en un Tiempo de Penitencia. Todos los textos de la liturgia nos invitan a la penitencia. Cubrirse la cabeza de ceniza era la manera tradicional de mostrar a todos el deseo de conversión. 

Eso es la penitencia: la disposición firme, manifestada con obras, de convertirnos. ¿Qué obras son esas? Las que siempre ha recomendado la Iglesia: oración, ayuno y limosna (cfr. Evangelio de la Misa del Miércoles de Ceniza, Mt 6, 1-6.16-18).

Jesús pide a sus discípulos que realicen esas obras con sinceridad de corazón, y no para ser vistos por los hombres. Es decir, se trata de proponernos personalmente encontrar muchas ocasiones al día para, de modo discreto pero verdadero, hacer mucha oración, desprendernos de muchas cosas del mundo (ayuno) y darnos mucho a los demás (limosna). Y, como dice el viejo adagio latino: «non multa sed multum» («no muchas cosas, sino mucho»), procurando que ese «mucho» no sea tanto el multiplicar obras de penitencia, sino «tener espíritu de penitencia»: llevarlo con nosotros ahí donde nos encontremos.  

«Advenerunt nobis dies poenitentiae, ad redimendo peccata et ad salvadas animas» (Antífona de la Hora Media en la Liturgia de las Horas del Miércoles de Ceniza). Nos han llegado los días de penitencia, para redimir los pecados y salvar almas. Fijar estas palabras de la liturgia cuaresmal en nuestra memoria nos puede ayudar a mantener el propósito de convertir todo lo que hacemos en una obra de penitencia y, por tanto, de conversión personal (redimir nuestros pecados), y también a sentir vivamente el deseo de «salvar almas».

En la Primera Lectura del Miércoles de Ceniza (cfr. Joel 2, 12-18) la Iglesia nos invita a «rasgar nuestros corazones», no nuestras vestiduras. ¿Qué significa esto? Se trata de que lo que prevalezca sea la interioridad, no la exterioridad. Lo importante en este Tiempo Cuaresmal es mantener un vivo diálogo con Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, pidiendo la conversión y escuchando dentro de nosotros mismos las inspiraciones que recibiremos continuamente. «Señor, habla que tu siervo escucha» (cfr. 1 Sam 3, 10).

Y, por último, ¿cómo buscar la devoción a San José durante la Cuaresma? Teniendo muy presente su próxima fiesta, dentro de un mes, en plena Cuaresma y siguiendo las consideraciones de cada uno de los Siete Domingos que la preceden. Este próximo domingo, que es el Cuarto de San José, recordaremos el texto de Lc 2, 22-35: 

«Simeón los bendijo, y dijo a María, su madre: Mira, éste ha sido puesto como signo de contradicción —y a tu alma la traspasará una espada—, para que se descubran los pensamientos de muchos corazones». 

Jesús, con su Cruz, es signo de contradicción, es decir, «escándalo para los judíos y locura para los gentiles» (1 Con 1, 23). Hacer penitencia es ir contracorriente en el mundo en que vivimos. Sólo la fe nos hace comprender el brillo de la Cruz. ¡Vale la pena!, como solía repetir San Josemaría Escrivá. No nos arrepentiremos de tomar la Cruz y seguir a Cristo muy de cerca en esta Cuaresma.


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