miércoles, 21 de abril de 2021

José, padre en la obediencia

La tercera característica que pone el Papa Francisco en San José es la de «Padre en la obediencia» (cfr. Carta Apostólica Patris Corde).

Sabemos que el papa tiene en su habitación de Santa Marta una figura de San José durmiendo, debajo de la cual pone intenciones que le pide, para que interceda por ellas ante el Señor. Al papa le llama mucho la atención «los sueños» de José. 

En las culturas antiguas era común la creencia de que Dios hablaba a los hombres a través de los sueños. Evidentemente, no es que José haya tomado esa idea de los pueblos paganos. En su caso, no se trató de una «creencia» sino de una realidad: San José tenía la certeza de que Dios le había hablado a través de un sueño. No eran los suyos sueños «normales», como los que podemos tener nosotros. Él sabía que Dios había intervenido en su vida de esa manera para indicarle cuál era su voluntad. 

Si no fuese así, San José podría no haber hecho caso a los sueños que tenía. Era un hombre realista y no era crédulo. La obediencia de San José era auténtica «obediencia de fe». La misma que tuvo María cuando el Arcángel San Gabriel le anunció que iba a ser Madre de Dios y por la cual Ella aceptó el plan de Dios con su «fíat». 

El papa menciona los cuatro sueños de José: 1) el que le indicaba recibir a María como esposa, 2) el que le revelada la necesidad de la huída a Egipto, 3) el de la vuelta a Israel y 4) el que le confirmaba una intuición que José había tenido de no ir a Judea, donde reinaba Arquelao, hijo de Herodes, sino dirigirse a Galilea.

Además de estos sueños, que tienen que ver con un tipo de obediencia —la obediencia a la revelación directa de los planes de Dios, por inspiración personal—, el papa menciona otras clases de obediencia, mas comunes. 

Una de ellas es la obediencia a la Ley. José obedece los mandatos de la Ley civil. Cuando el gobernador Quirino ordena un censo en Israel, y que cada familia vaya al lugar de su origen, José obedece y se traslada de Nazaret a Belén, pues era de la Casa de David. 

También obedece la Ley religiosa, de su pueblo Israel. Circuncida a Jesús a los ocho días de su nacimiento y le pone un nombre. Luego, a los 40 días de nacida, va con María al Templo para que Ella sea purificada. Todos los años hace una peregrinación a Jerusalén, en las diversas fiestas en las que estaba preceptuado asistir a los israelitas. Cumplía con celo todas las prescripciones de la Ley, hasta las más pequeñas, y enseña a Jesús a hacerlo, de modo que Él, en su vida pública dirá que no ha venido a abolir la Ley, sino a darle cumplimiento y que no se puede despreciar ni una tilde de la Ley. 

Pero, sobre todo, San José cumple la Ley de Dios grabada en su conciencia, y se adapta a todos los planes de la Providencia divina. Como para Jesús, su alimento era cumplir la voluntad de Dios en todo. Y eso es lo que enseña, humanamente, a su Hijo. 

La obediencia es «capacidad de escuchar». Eso es, etimológicamente: «ob-audire». Escuchar atentamente es la cualidad central del que es verdaderamente obediente.        

En una homilía en el oratorio de las Hermanas de la Madre Dolorosa, en Roma (19-III-1992), el Papa Benedicto XVI recuerda que quedó admirado ante una imagen de José perteneciente a un viejo retablo portugués. Se veía al Santo Patriarca dormido, en una tienda, pero vestido, de pié y con un bastón, en actitud de alerta, y de estar dispuesto a comenzar a caminar. 

Esa imagen, según el papa Benedicto, representa al hombre de oración (que está atento a la voluntad de Dios, que se le revela en la oración),  pero también al servidor leal, dispuesto a salir rápidamente a cumplir lo que se le indique.

La obediencia de José es inteligente, libre, pronta, alegre y total. En este miércoles, dedicado a él, podemos acudir a su intercesión para que nos ayude —siguiendo también el ejemplo de su Esposa María—, a tener la disposición de vivir esta virtud que nos hará permanecer en el camino y llegar finalmente a la meta a la que Dios nos llama.   

 

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