miércoles, 17 de marzo de 2021

San José, modelo de los humildes

En la antevíspera de la Solemnidad de San José, miércoles —día de la semana dedicado al Santo Patriarca— vamos a meditar algunos párrafos de la Exhortación Apostólica Redemptoris Custos de San Juan Pablo II (15 de agosto de 1989).

El Papa quería presentar a nuestra consideración, «algunas reflexiones sobre aquel al cual Dios confió la custodia de sus tesoros más preciosos»..., para que pudiéramos recurrir con más fervor a San José, invocar su patrocinio, y tener siempre presente ante nuestros ojos «su humilde y maduro modo de servir» (n.1).

Nuestra Señora —dice Juan Pablo II—, en su «peregrinación de la fe», se encuentra con la fe de José, que no respondió al «anuncio» del ángel como María; pero hizo como le había ordenado el ángel del Señor y tomó consigo a su esposa. Lo que hizo José es genuina «obediencia de fe» (cf. Rm 1, 5; 16, 26, 2 Co 10, 5-6) (n.4). «José es el primero en participar de la fe de la Madre de Dios» (n.5) 

José. en el momento de su «anunciación» no pronunció palabra alguna, simplemente hizo como el ángel del Señor le había mandado. «Y este primer hizo es el comienzo del  camino de José. A lo largo de este camino los Evangelios no citan ninguna palabra dicha por él. Pero el silencio de José posee una especial elocuencia: gracias a este silencio se puede leer plenamente la verdad contenida en el juicio que de él da el Evangelio: el justo (Mt 1, 19). 

«Hace falta saber leer esta verdad, porque ella contiene uno de los testimonios más importantes acerca del hombre y de su vocación. En el transcurso de las generaciones la Iglesia lee, de modo siempre atento y consciente, dicho testimonio, casi como si sacase del tesoro de esta figura insigne "lo nuevo y lo viejo" (Mt 13, 52)» (n. 17).

El vínculo de caridad entre José, María y Jesús constituyó la vida de la Sagrada Familia. Pero la «expresión cotidiana de este amor en la vida de la Familia de Nazaret es el trabajo». José trabaja como carpintero. «Esta simple palabra abarca toda la vida de José».

Bajó con ellos y vino a Nazaret, y vivía sujeto a ellos (Lc 2, 51). «Esta sumisión, es decir, la obediencia de Jesús en la casa de Nazaret, es entendida también como participación en el trabajo de José (…). Gracias a su banco de trabajo sobre el que ejercía su profesión con Jesús, José acercó el trabajo humano al misterio de la redención» (n. 22).

«Se trata, en definitiva, de la santificación de la vida cotidiana, que cada uno debe alcanzar según el propio estado y que puede ser alcanzada según un modelo accesible a todos: “San José es el modelo de los humildes, que el cristianismo eleva a grandes destinos; San José es la prueba de que para ser buenos y auténticos seguidores de Cristo no se necesitan grandes cosas, sino que se requieren solamente las virtudes comunes, humanas, sencillas, pero verdaderas y auténticas” (Pablo VI, Alocución ,19-III-69)» (n. 24).

«El trabajo de carpintero en la casa de Nazaret está envuelto por el mismo clima de silencio que acompaña todo lo relacionado con la figura de José. Pero es un silencio que descubre de modo especial el perfil interior de esta figura. Los Evangelios hablan exclusivamente de lo que José hizo; sin embargo permiten descubrir en sus acciones —ocultas por el silencio— un clima de profunda contemplación» (n. 25).

«El sacrificio total, que José hizo de toda su existencia a las exigencias de la venida del Mesías a su propia casa, encuentra una razón adecuada “en su insondable vida interior, de la que le llegan mandatos y consuelos singularísimos, y de donde surge para él la lógica y la fuerza —propia de las almas sencillas y limpias— para las grandes decisiones, como la de poner enseguida a disposición de los designios divinos su libertad, su legítima vocación humana,…” (Pablo VI, Alocución, 19-III-69)» (n. 26).

Al acercarnos a la Solemnidad de San José, nos encontramos en el centro del Año de San José proclamado por el Papa Francisco. Podemos terminar nuestra reflexión con la oración a San José que el Papa pone al final de su Carta Apostólica Patris Corde:

Salve, custodio del Redentor
y esposo de la Virgen María.
A ti Dios confió a su Hijo,
en ti María depósito su confianza,
contigo Cristo se forjó como hombre.
Oh, bienaventurado San José,
muéstrate padre también a nosotros
y guíanos en el camino de la vida.
Concédenos gracia, misericordia y valentía,
defiéndenos de todo mal. Amén. 

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