Entramos de nuevo en el Tiempo Ordinario. Estamos recorriendo la Octava Semana durante el año litúrgico. Las lecturas de este miércoles nos hablan de pedir al Señor su misericordia y el cumplimiento de sus promesas (1ª Lectura y Salmo), y de estar dispuestos a beber el cáliz del Señor, y de ser el último, el más pequeño de todos, para servir a nuestros hermanos.
San José es nuestro intercesor, para pedir todo lo que necesitemos; especialmente la misericordia del Señor y el cumplimiento de sus promesas. Además, nos enseña a amar la vida sencilla y humilde, y también a aumentar en nosotros el deseo de servir con alegría: ¡Podemos!
Pero para acudir a la intercesión del Santo Patriarca, necesitamos conocer e incluso aprender de memoria —como él lo hacía— oraciones de petición, de agradecimiento, de alabanza.
A continuación, y en los posts siguientes, iremos repasando gran parte del tesoro devocional de la Iglesia que, a lo largo de los siglos, se ha formado y ha alimentado la piedad de muchos santos.
Durante este Año dedicado a San José, el Papa Francisco, a través de la Penitenciaría Apostólica, concede indulgencias plenarias que vale la pena tratar de lucrar, todos los días.
«Con el fin de reafirmar la universalidad del patrocinio de la Iglesia por parte de San José, además de las ocasiones mencionadas, la Penitenciaría Apostólica concede una indulgencia plenaria a los fieles que recen cualquier oración o acto de piedad legítimamente aprobado en honor de San José, por ejemplo "A ti", oh bienaventurado José", especialmente el 19 de marzo y el 1 de mayo, fiesta de la Sagrada Familia de Jesús, María y José, el domingo de San José (según la tradición bizantina), el 19 de cada mes y cada miércoles, día dedicado a la memoria del Santo según la tradición latina» (ver Decreto).
La oración «A ti, oh bienaventurado José», recomendada por Leon XIII en la Encíclica Quamquam pluries, de León XIII, 15-VIII-1889. es la siguiente:
«A ti, bienaventurado san José, acudimos en nuestra tribulación, y después de implorar el auxilio de tu santísima esposa, solicitamos también confiadamente tu patrocinio.
Con aquella caridad que te tuvo unido con la Inmaculada Virgen María, Madre de Dios, y por el paterno amor con que abrazaste al Niño Jesús, humildemente te suplicamos que vuelvas benigno los ojos a la herencia que con su Sangre adquirió Jesucristo, y con tu poder y auxilio socorras nuestras necesidades.
Protege, oh providentísimo Custodio de la divina Familia, la escogida descendencia de Jesucristo; aleja de nosotros, oh padre amantísimo, este flagelo de errores y vicios. Asístenos propicio desde el cielo, en esta lucha contra el poder de las tinieblas; y como en otro tiempo libraste de la muerte la vida amenazada del Niño Jesús, así ahora defiende a la santa Iglesia de Dios de las hostiles insidias y de toda adversidad.Y a cada uno de nosotros protégenos con tu constante patrocinio, para que, a ejemplo tuyo, y sostenidos por tu auxilio, podamos vivir y morir santamente y alcanzar en los cielos la eterna bienaventuranza. Amén».
En esta oración pedimos que, por intercesión de San José, Dios nos socorra en nuestra tribulación y demás necesidades, y que, como Patrono de la Iglesia, San José la defienda de toda adversidad.
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